Las raíces del origen de la Química provienen de dos grandes acontecimientos:
Las tradiciones como la metalurgia, el curtido, en la elaboración de bebidas alcohólicas como la cerveza, en el teñido de telas, en obtención de bálsamos y perfumes. Ellas proporcionan una comprensión práctica del conocimiento de la materia. | Los filósofos de la antigua Grecia que buscaban racionalmente el origen del universo. |
Tomando en cuenta estos dos aspectos podemos diferenciar los siguientes períodos de lo que nosotros conocemos actualmente como Química.
Período antiguo
Este período comprende desde los hombres primitivos pasando por las antiguas civilizaciones de China, India y Grecia y sus contemporáneos hasta el año 350 a.C.
Los primeros hombres que empezaron a utilizar instrumentos se servían de la naturaleza tal como se encontraba. Así por ejemplo las piedras, ramas de árboles o huesos de animales podían constituir valiosas herramientas. Sin embargo, la naturaleza también modificaba las cosas, como por ejemplo la carne obtenida a través de la caza podía empezar a oler mal y a descomponerse, como los jugos de frutas que con el tiempo podían convertirse en otro tipo de bebidas.
Este tipo de alteraciones que ocurren en la naturaleza y que van acompañadas de un cambio fundamental en su estructura son el objeto de estudio de lo que hoy llamamos Química.
Con la conquista del fuego, el hombre aprende a extraer y a trabajar los metales, por lo tanto a beneficiarse deliberadamente de algunas transformaciones que experimentan los elementos con el calor. Algunos de los primeros metales utilizados por el hombre fueron el cobre y el oro, que se encontraban seguramente en estado libre en la naturaleza, los cuales tienen una propiedad distintiva: son maleables; es decir, pueden aplanarse y formar láminas sin que se rompan, como ocurre con las piedras, que se pulverizan, las maderas que se astillan y se parten.
Los hombres se dieron cuenta de que al cobre podía dotárselo de filo cortante, como el de los instrumentos de piedra, pero su filo se mantenía por más tiempo que el de los de piedra. Solamente la falta del cobre libre en la naturaleza impidió que su uso se extendiera.
El cobre se hizo más abundante cuando se descubrió que podría obtenerse de piedras azuladas. El cómo se realizaron estos descubrimientos probablemente jamás lo sabremos. Pero pudo haber ocurrido unos 4.000 años a. de C. en la península del Sinaí o en las zonas montañosas al este de Samaria, lo que hoy es Irán. Este metal fue utilizado en la confección de herramientas en los centros más desarrollados de la civilización. En el tercer milenio a. de C., se descubrió que al mezclar estaño con cobre se formaba un nuevo metal; a esta aleación (nombre que se le asigna a la unión de metales) se le llamó bronce, y hacia el año 2000 a. de C. ya era bastante común como para ser utilizado en la confección de armas y corazas. Con posterioridad a la Edad de Bronce viene otro descubrimiento importante, un metal más duro: el hierro. Lamentablemente este mineral era demasiado escaso, en un principio las únicas fuentes de hierro eran trozos de meteoritos, que eran demasiado raros de encontrar. Además, hasta ese momento no existía ningún procedimiento para extraerlo de las piedras, ya que se requiere un calor más intenso para fundir el hierro que para fundir el cobre.
El secreto de la fundición del hierro fue develado en el extremo oriental de Asia Menor alrededor del 1.500 a. de C. Los hititas, que habían levantado un imperio en esa región, fueron los primeros en utilizarlo en la confección de herramientas. El hierro puro (hierro forjado) no es muy duro; sin embargo, se mejoraba su dureza al mezclarlo con una cantidad suficiente de carbón, formándose una aleación con este metal, que conocemos con el nombre de acero.
Hacia el año 800 a. de C., las artes químicas se encontraban bastantes desarrolladas. Esto era particularmente cierto en Egipto, donde sobresalieron especialmente en la extracción de los metales como el cobre, plomo, hierro, oro y plata; además, los sacerdotes estaban muy interesados en los métodos de embalsamado y conservación del cuerpo humano después de la muerte.
Ellos no solo eran expertos metalúrgicos, sino que también trabajaban con extraordinaria habilidad los pigmentos minerales y las infusiones vegetales. Maestros en la fabricación del vidrio y la cerámica, aplicaron el proceso bioquímico de la fermentación a la fabricación del pan y la cerveza. Debemos destacar que las prácticas de todos estos procedimientos fueron desarrolladas como un arte y no como una ciencia.
No podemos olvidar que las prácticas de las artes químicas también se desarrollaban en China e India, especialmente en el trabajo de la pirotecnia, los trabajos de las telas y perfumes.
Grecia (650 a. de C y 380 a. de C)
Los filósofos griegos estaban más interesados en buscar una explicación racional al origen del universo. Uno de los temas que desarrollaron fue el de la divisibilidad de la materia.
En el siglo V a.C., Leucipo fue el primero en poner en duda la indivisibilidad de la materia, ya que suponía que si la materia se divide en infinitas partes, se iba a llegar a un punto en que la materia sería tan pequeña que no se podría seguir dividiéndose. Demócrito, discípulo del anterior, llamó a esta partícula átomo. Además, supuso que los átomos de cada elemento eran diferentes y le proporcionaba a la materia distintas propiedades.
Durante los años 383-322 a.C., un conjunto de filósofos, y entre los cuales destaca Aristóteles de Estagira, no aceptaba la idea atomística.
Aceptó la idea de los cuatro elementos. La idea estaba basada en la existencia de cuatro propiedades fundamentales: caliente, húmedo, frío y seco. La combinación de estas propiedades da origen a los cuatro elementos o cuerpos simples: tierra, aire, fuego y agua.
Estableció que todas las sustancias estaban compuestas por estos cuatro elementos en distintas proporciones.
Período de la alquimia (350 a.C-1500 d.C.)
Este período en la historia de la química, en Europa es prácticamente una “edad oscura”, ya que el mantenimiento y la extensión de la alquimia estuvo en manos de los árabes durante cinco siglos. Todavía permanecen algunos términos derivados del árabe: álcali, alambique, alcohol, garrafa, circón, nafta.
El más importante alquimista fue Jabir ibn-Hayyan, conocido en Europa después como Geber. Entre muchos aportes, destacan la descripción del cloruro de amonio y enseñó cómo preparar albayalde (carbonato de plomo), destiló el ácido acético a partir del vinagre.
Sin embargo, el objetivo más importante de este período fue el aporte relacionado con la transmutación de los metales, que consistía en la pretensión de la transformación de los metales en oro. Consideraba que el mercurio era el metal por excelencia y por otra parte el azufre poseía la propiedad de ser combustible. Jabir creía que los metales estaban formados por mezclas de mercurio y azufre; por lo tanto, solamente bastaba hallar algún material que facilitase la combinación entre el mercurio y el azufre como también la proporción exacta para formar oro.
Esta sustancia activadora para los griegos era el xerion, que significa “seco”. Los árabes la llamaron al-iksir, y en Europa se convirtió finalmente en “elixir”, llamada vulgarmente “piedra filosofal”. Este poderoso elixir tenía otras propiedades como el de curar todas las enfermedades y otorgar la inmortalidad, por ello se le llamaba el “elixir de la vida”. Esta idea fue la que tomó forma como el período de la iatroquímica.
Los primeros alquimistas hicieron muchas contribuciones importantes. Por ejemplo, desarrollaron un sistema para poner símbolos a las sustancias que empleaban, y aun cuando son muy distintos a los empleados hoy en día. éste fue el inicio de la simbología química que utilizamos actualmente.
Durante el siglo XVII, la alquimia entró en decadencia, y en el siglo XVIII se transformó en lo que hoy conocemos como química.
El Flogisto (1650-1774)
A partir de 1650, época en que comenzó a aplicarse el fuego en las máquinas de vapor, también llevó a los hombres a prestar mayor interés por este fenómeno y sus posibles nuevas aplicaciones.
Dentro de este ámbito, los químicos comenzaron a preocuparse más a fondo del tema de la combustión. Según las concepciones griegas, todo lo que arde contiene en sí el fuego, que bajos ciertas condiciones es capaz de liberarse.
Para explicar este fenómeno, Georg Ernest Stahl propone una teoría para la inflamabilidad de los cuerpos que él llamó flogisto (“hacer arder”). La propuesta fundamentada por Stahl consistía en que todos los cuerpos combustibles perdían algo cuando ardían: el flogisto; al mismo tiempo quedaba un residuo, conocido como ceniza o “cal” (actualmente óxido), que carecía de flogisto y que por lo tanto no podía seguir ardiendo.
Asimismo la teoría del flogisto era aplicable también, según Stahl, al enmohecimiento de los metales, que para él era equivalente a la combustión de la madera; afirmó que los metales contenían flogisto, pero no cuando estaban enmohecidos.
Esta idea era importante porque permitió proponer una explicación a la conversión de algunos minerales en metal. Según los flogisistas, cuando un mineral se calienta con una sustancia muy rica en flogisto, como es el caso del carbón vegetal, éste pasa desde el carbón al mineral, transformando el carbón en cenizas (cal), sustancia pobre en flogisto, mientras que con el mineral pasa todo lo contrario.
Existía no obstante un fenómeno que Stahl ni sus discípulos pudieron resolver. Como hemos analizado los cuerpos que arden, como la madera o el papel, parecían consumirse en gran parte al entrar en combustión, quedando un residuo (cenizas) que era mucho más ligera que el cuerpo original. Esta situación es coherente con la explicación de la liberación del flogisto. Sin embargo, cuando los metales se enmohecían también liberaban flogisto, pero al enmohecerse el metal éste aumentaba de masa.
Esta contradicción y este problema sin resolver no parecía tan importante en aquella época, ya que los químicos de entonces no les daban importancia a las mediciones con precisión. Por lo tanto, las variaciones de las masas se podían obviar. Después de casi cien años la teoría del flogisto fue perdiendo fuerza y credibilidad. Uno de los hechos significativos fue el descubrimiento del dióxido de carbono por parte de Joseph Black.
Período Moderno (1774 a nuestros días)
La química moderna se inició con la investigación de los gases sometidos al vacío y diversas presiones, realizadas por Torricelli, Blaise Pascal, Robert Boyle en el siglo XVIII.
En 1772, un noble francés llamado Antoine Laurent Lavoisier (1774-1794) empezó a experimentar con la combustión e introduce la balanza para determinar las masas de las sustancias antes y después del proceso.
Lavoisier rechazó la teoría del flogisto y propuso en su lugar que cuando una sustancia se quema se asocia al oxígeno del aire. Además, introduce en la química moderna la medición cuantitativa y no solo cualitativa a la experimentación.
En 1789, Lavoisier publicó su “Traité élémentaire de chimie”, que fue el primer texto de química moderna. En él se incluía una lista de todos los elementos, o mejor dicho, de todas las sustancias que él consideraba elementos. Cabe hacer notar que de las treinta y tres sustancias nombradas sólo dos estaban totalmente equivocadas. Estas eran la “luz” y lo “calórico” que, como quedó en evidencia más tarde, no eran sustancias, sino formas de energía. De los treinta y uno elementos restantes, algunos eran verdaderos elementos y otros en cambio eran compuestos que podían descomponerse en sustancias más simples.
En el mismo año que se publicó su libro triunfó la Revolución Francesa, degenerando rápidamente en feroces excesos de terror. Lavoisier por desgracia fue una de las víctimas de la guillotina. Así en 1794 dejó de existir uno de los más grandes químicos que haya existido.
Por todas estas contribuciones al desarrollo de la ciencia es recordado actual y universalmente como el “padre de la química”.
El método científico
La química, al igual que otras ciencias como la física y la biología usan métodos empíricos o experimentales para comprender de mejor manera algunos fenómenos que ocurren en la naturaleza. Esto nos parece una práctica lógica e indispensable hoy día. Pero antes del siglo XVII, no era un proceso habitual.
Aunque ante un mismo problema los científicos pueden analizar una situación desde distintos puntos de vista, lo hacen siguiendo algunas pautas comunes que ha adquirido el nombre de “método científico”. Este método es un enfoque general que se puede resumir en el siguiente esquema.
Este proceso es muy dinámico, ya que permite plantear nuevas hipótesis. Si la experimentación no comprueba la planteada, se parte desde un principio haciendo otra serie de observaciones que llevaran al planteamiento de nuevas hipótesis, como asimismo se pueden realizar nuevos diseños experimentales hasta comprobar las hipótesis planteadas. Las hipótesis que resisten las pruebas experimentales y demuestran ser útiles para explicar y predecir un comportamiento, reciben el nombre de teorías.