En 1774, Antoine Lavoisier (1743-1794) realizó un experimento calentando un recipiente de vidrio cerrado que contenía una muestra de estaño y aire. Encontró que la masa antes del calentamiento (recipiente de vidrio + estaño + aire) y después del calentamiento (recipiente de vidrio + “estaño calentado” + el resto de aire), era la misma.
Mediante experimentos posteriores demostró que el producto de la reacción, estaño calentado (óxido de estaño), consistía en el estaño original junto con parte del aire. Experimentos como este demostraron a Lavoisier que el oxígeno del aire es esencial para la combustión y le llevaron a formular la ley de conservación de la masa:
[alert-success]“La masa total de las sustancias presentes después de una reacción química es la misma que la masa total de las sustancias antes de la reacción.”[/alert-success]
Esta ley reafirma que en la naturaleza nada se crea ni destruye, sólo se transforma. Por lo tanto, en todo proceso químico no puede observarse una variación entre las masas respectivas, cualquier anomalía es indicio de que lo que estamos haciendo no se comporta como debe ser.
Ejemplo:
El óxido de cobre (II) se forma a través de oxígeno y cobre metálico. Si la masa de óxido es 35 g y la del metal 5 g,
estimar la masa de oxígeno:
Aplicando la ley, tenemos:
masa de cobre + masa de oxígeno = masa de óxido |
masa de oxígeno = masa de óxido – masa de cobre
masa de oxígeno = 35 g – 5 g
masa oxígeno = 30 g